Coronavirus 19
esto también paso…
pero paso!!! se superó!!
y el “coronavirus 19 llego,
pero pasará..se superara!!!
La gripe española sucedió en 1918 y no era española sino que tuvo su origen en Estados Unidos.
La pandemia fue causada por un brote del virus Influenza A del subtipo H1N1. A diferencia de otras epidemias de gripe que afectan principalmente a niños y ancianos, sus víctimas fueron también jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos perros y gatos.
Se considera la pandemia más devastadora de la historia humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Esta cifra de muertos, que incluía una alta mortalidad infantil, se considera uno de los ejemplos de crisis de mortalidad. En general, la muerte no ocurría como consecuencia directa de la gripe, sino por bronconeumonías bacterianas, para las que se carecía de tratamiento.
La enfermedad fue reportada por primera vez el 4 de marzo de 1918, en Fort Riley (Kansas, Estados Unidos). Tradicionalmente se ha considerado «enfermo cero» al cocinero de esa unidad militar, Gilbert Michell.
Horas después ya se contabilizaban decenas de casos, hasta el punto de tener que habilitar un hangar para los enfermos. En medio de la Primera Guerra Mundial el efecto del virus fue devastador. Los campamentos militares y las duras condiciones de vida en la trincheras agravaron la situación. Los muertos de ambas pestes, la gripe y la guerra, se contaban por decenas de millones de personas.
Curiosamente recibió el nombre de “gripe española” por dos motivos. El más importante fue la cantidad de víctimas que hubo en ese país (se calculan unos ocho millones de afectados y 200 mil muertos) y porque al ser un país que era neutral en la Guerra no censuró la información sobre la pandemia y la difundió ante el mundo.
Varias personalidades de la época murieron o fueron afectadas por la pandemia. Entre los primeros se encuentran el entonces presidente de Brasil, Rodrigues Alves; el poeta francés Guillaume Apollinaire; Louis Botha, primer ministro de la Unión de Sudáfrica; Gustav Klimt, pintor austríaco; Erik de Västmanland, príncipe de Suecia y Noruega, duque de Västmanland y Max Weber, economista político y sociólogo alemán; entre otros. Entre los infectados estuvieron Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos; Franklin Delano Roosevelt, asistente del secretario de marina y futuro presidente estadounidense; Lloyd George, primer ministro británico; Alfonso XIII, rey de España; Manuel García Prieto, presidente del Gobierno de España y Guillermo II, emperador de Alemania, entre otros tantos millones.
La gripe española en la Argentina
La enfermedad ingresó al país en 1918 por el puerto de Buenos Aires y avanzó en dos oleadas. Primero se propagó hacia el Norte, entre octubre y noviembre de ese año, y permaneció latente hasta el invierno de 1919, cuando comenzó a descender desde Salta hacia las provincias del centro y sur.
Si bien tuvo como epicentro la ciudad de Buenos Aires, desde donde se expandió al resto del país, ésta fue la que menos sufrió en términos de mortalidad. En 1918 la ciudad de Buenos Aires contaba con un millón y medio de habitantes.
En mayo-junio de ese año aparecieron en La Nación las primeras noticias sobre la “gripe española” y ya se denunciaba, en noviembre de 1918, que unos 400 mil enfermos de gripe habían sido atendidos en Buenos Aires. La gripe había llegado a Buenos Aires desde Europa en los barcos cargados de inmigrantes. Al parecer, el primero en traerla fue el Demerata, que partió de Portugal y recaló en Río de Janeiro (donde la epidemia ya era muy fuerte) antes de llegar a Buenos Aires.
El primer caso registrado, un tripulante de ese barco, fue atendido en el Hospital Muñiz.
En octubre de 1918 se decidió emprender la limpieza del Riachuelo, efectuar exámenes de salud a los inmigrantes que llegaban en barcos procedentes de Europa, e internar en cuarentena en un lazareto en la isla Martín García a aquellos que presentaran síntomas de gripe.
Además de evitar reuniones en lugares cerrados, se suspendieron las clases en escuelas primarias y secundarias, se prohibieron los espectáculos públicos, se clausuraron music halls y circos. Se prohibieron los espectáculos públicos y el ingreso a los cementerios. Se estableció que los cafés, bares, confiterías y burdeles debían cerrar a las 23 horas. Se desinfectaron todos los templos sin distinción de culto. En noviembre se comenzó a derivar los enfermos graves de gripe al Hospital Muñiz, y se profundizó la cuarentena en el Lazareto de la isla Martín García.
Italia. El cartel con los consejos para evitar contagios en 1918
foto de un cartel callejero rescatada de algún archivo italiano. En él, bajo el título catástrofe de Grippe, se enumeraban una serie de medidas y consejos destinados a la población para protegerse de la propagación del virus letal. Las principales eran:
“Evitar concurrir a los teatros, cines, conciertos y restaurantes. No concurrir a bares y restaurantes.
Ir al trabajo, en lo posible, a pie: no tomar transporte público.
Reducir el contacto innecesario con otras personas.
Profundizar la higiene personal
No escupir en la calle
Erradicar el saludo habitual con apretón de manos.
Cambiar periódicamente el pañuelo en uso
Ventilar las habitaciones y dejar entrar el sol en las casas particulares
Quedarse en su casa apenas se perciba algún síntoma de enfermedad para evitar contagiar al resto de la población
Así vemos que Las medidas actuales con la llegada del “coronavirus 19”, que casi todos los países tomaron, algunos antes y otros después, las que se impusieron masivamente y se mostraron más afectivas, hasta que la ciencia logre la vacuna o el desarrollo de retrovirales, no difieren demasiado de lo que se dispuso un siglo atrás.
…..leemos lo que se leí en aquellos tiempos:
…recibidos en sus casas los noctámbulos recalcitrantes y el pánico que reinará desde anoche entre las familias que se imaginen lógicamente que el cierre de los cafés ha sido determinado en presencia de algo muy pavoroso, que solo el gobierno y las autoridades sanitarias conocen (La Nación, 1/11/1918).
Pero las críticas no culminaban en el pánico que pudiese producir la medida, también iban en línea con los trastornos económicos que producía la imposición del cierre de locales nocturnos.
El periódico se preguntaba cuánto iba a durar la prohibición de que los cafés tuvieran abiertas sus puertas tan sólo hasta las 11 de la noche, tomando a ese asunto como el gran problema a resolver, dado el daño económico que ocasionaba.
Indudablemente el matutito generaba, mediante sus escritos, malestar en la sociedad que no veía con buenos ojos la medida adoptada. No obstante no fueron los dueños de bares y restaurantes aquellos que se quejaron en mayor medida, sino los clientes de esos establecimientos.
El 2 de noviembre de 1918 el periódico antes citado se encargaba de describir una manifestación de noctámbulos en pleno centro porteño:
“anoche, cerrados los cafés, muchos de los concurrentes se reunieron en las inmediaciones de (calle) Carlos Pellegrini y Corrientes y resolvieron declararse en rebeldía, y después de breve deliberación, decidieron evidenciar su protesta por medio de una manifestación” (La Nación, 2/11/1918).
Según el periódico la manifestación se nutría de noctámbulos pero también de gente del ambiente artístico. Si bien la manifestación tenía un carácter simbólico, fue disuelta por la policía cuando pretendía dirigirse a la casa del intendente de la ciudad.
Se trataba de una protesta de gente de clase acomodada que protestaba frente a una medida que los perjudicaba en sus hábitos de vida nocturna. La revista “Caras y Caretas”, muy popular en ese momento, exponía una caricatura que de alguna manera reflejaba quienes eran aquellos que se manifestaron en contra de la medida.
El periódico daba cuenta de frases que se lanzaban los manifestantes y reflejaban la percepción que la sociedad tenía acerca de la gripe y sus formas de prevenirla: ¡abajo la gripe!, ¡queremos alcanfor! El alcanfor era una sustancia blanca, sólida, cristalina, aromática y volátil que, se creía, podría preservar al individuo del contagio de la gripe.
En ese sentido las autoridades sanitarias tendieron a no prohibir una serie de medicamentos que surgían como elixires que preservaban o curaban de la influenza.
Tanto en el periódico “La Nación” como en la revista “Caras y Caretas” se pueden observar diferentes publicidades de medicamentos de escasa o nula provanza científica para detener la enfermedad como “Cachet Fucus”, que se vendía como un desinfectante de manos y boca para no infectarse con el virus de la gripe (La Nación, 19/10/1918); “Lágrimas de pino” y “té suizo”, en cuya propaganda no se hacía mención a sus bondades terapéuticas; “Grippiseptic”, otro supuesto antiséptico que no permitía el ingreso del virus de la pandemia (“La Nación”, 20/10/ 1918); “inhalador Po Ho”, que se presentaba como el único para preservar la gripe (La Nación, 20/10/1918); CN, antiséptico y microbicida, ideal para la gripe (“La Nación”22/10/1918); Haptinoge no neutro, presentado como un tratamiento expectante contra la gripe (Caras y Caretas, 2/11/1918).
La publicidad de octubre de 1918, atenta a los acontecimientos. En este caso, Hesperidina evocaba la Fiebre Amarilla de 1871 y cólera de 1886. Fuente: Archivo